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Luna llena

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Vienen anunciando lluvia desde hace días y el agua no aparece. La tan ansiada gota que calme la sed de la tierra, como los versos calman la sed del poeta. El sol parece querer resquebrajar nuestro suelo, que es nuestro sostén, podríamos decir la continuación de nuestros pies, de nuestro cuerpo. La luna llena nos brinda esa energía que no siempre estamos predispuestos a aceptar. La plenitud no es igual para todos, ni todos se encuentran en condiciones de estar en plenitud, aunque ella esté allí para todos. Es cuestión de abrir los poros, alzar los brazos y dejarse abrazar en medio de la oscuridad.

De tangos y nostalgias

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Hoy todo el día estuve escuchando tangos. Clásicos, no muy clásicos y electrotango. Nostalgias. Ayer... y después. Todo el día mirando para atrás. Escuchando letras de personajes que sufren, que lloran pero que no quieren llorar. Engayolados que sufren por su mina. El garufa que pasea por el Parque Japonés. O aquél que recuerda a los de la barra que ya no están. Pasado, todo tiempo pasado fue mejor. Por eso es que nos pasamos la vida mirando para atrás y no prestamos atención al hoy. Nos perdemos los mejores detalles del ahora sufriendo por aquello que no fue como queríamos que fuera. Y entonces nos embarga la angustia, la tristeza, la melancolía. Y quedamos con toda esa sensación en el pecho que provoca que nos sentemos frente al teclado y comencemos a escribir y escribir y escribir y... Y que pasaría si dejáramos de mirar para atrás? Estaríamos mirando o tratando de adivinar lo que viene más adelante. El bendito futuro que seguro que deseamos que nos salve. Y con él toda la carga de

Laberintos y espejos

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Miro la imagen en el espejo, converso con ella, recibo sus respùestas, sonrío, lloro, me emociono. Es el otro, el que veo del otro lado, el que sin dudas me trasmite las sensaciones que recorren las moléculas dormidas de mi apagado cuerpo. Las lágrimas se acercan y recorren las mejillas del poeta, y el poeta se intenta acercar al otro. Entonces se esfuma la imagen... se desvanece como si fuera que una ola salina arrastrara los dibujos realizados en la orilla del mar. Y vuelve la desolación, la angustia, la desazón de saberme solo nuevamente. Pero el milagro está por ocurrir. Doy vuelta mi humanidad y descubro una nueva imagen que me devuelve un nuevo espejo. Me mira sonriente, como invitando a un nuevo goce. Lo miro a los ojos, esa única mirada que no es capaz de engañar. Y en esa zambullida en el alma del otro vuelvo a sentir que la plenitud me completa, me sumerge en la felicidad, nuevamente, una vez más. Las lágrimas se acercan y recorren las mejillas del poeta, y el poeta se inte

No se puede no ser... aunque quisiera más de una vez

Al Anónimo que comentó la entrada anterior me gustaría responderle, y ojalá que lo lea para seguir charlando. No creo que un poeta (porque evidentemente sos un poeta) pueda no ser alguna vez, más allá del deseo de no ser. El hecho de prefigurarse en la palabra, plantarse a través de ella, demuestra mejor que nada que el poeta es más allá del deseo. Es como pretender no comunicarnos cuando aún en los silencios estamos diciendo aquello que no queremos decir. De ahí a que el poeta desee y logre a veces, la mayoría de las veces, pasar inadvertido, es otra cosa. Y cuando ese sentimiento de no querer estar, de no querer ser el que soy porque duele hasta lo más profundo de las fibras, entonces, el poeta acude al verso para esconderse en él y utilizarlo de escudo para sentirse menos lastimado. No siempre el artilugio da resultados, pero la mayoría de las veces, sí. Entonces habremos escapado de la locura, un poco del dolor, un poco de nosotros mismos, y con suerte habremos hecho algún aporte p

Nubes, río y barrancos

Qué es lo que pasa por el corazón de un poeta que no logra encontrar la paz que da el amor?... Caminar, caminar, caminar. Tropezar, tropezar, tropezar. Ciego, sordo, mudo. Sin poder ver ni una piedra del camino, ni un segundo del paisaje que roza la piel, que inunda por segundos los pulmones del poeta, pero que inasible se evade, huye. La tristeza es un sentimiento que desvasta las miradas. Nubla los silencios más perfectos. Y el agua del río solo atina a corroer las palabras, a desgastarlas hasta convertirlas en granos de arena, minúsculas partículas que no alcanzan a levantar la voz en las olas que llegan a la orilla. Los dioses desde lo más profundo de las moléculas juegan con las sonrisas y con los llantos. Y los humanos, diminutos dioses que juegan a ser dioses de vez en cuando, nos dejamos arrastrar en los dados que salen del cubo divino. El filo del sendero es un imás que llama. El barranco que abisma los pasos está ahi... Demasiado cerca para un poeta triste... Las nubes no se
Hoy tengo ganas de escribir algo cortito. Tal vez transcribir una poesía vieja o algo así. Para que el Poeta se recuerde de quien es o quien fue en algún momento. Recordar... Nostálgico, así ando hoy. Nada en particular. No tengo motivos para estar triste. Todo lo contrario. Pero así me siento, con ganas de mirar para atrás y ver que hice de mis silencios, de mis palabras, de mis pasos en la arena. Danzo viscosidad sustancia oscura imaginación de mis penas. Vibro nada oculta noches interminables cavilación de mis deseos. Respiro cicuta en partículas vientos de las horas que matan lentamente. Y vos festejas noche de todos los santos círculos de fuego aires de rosas palmas en tus manos extendidas hacia ellos las sombras tibias de los cipreses arenas de nuestro río. Uno y otro inerte y vivo cayendo desplomados ataviados la piel del otro trance y final. Sigo caminando. Lento porque ya me cansé de los apuros. Total vamos a llegar igual al mismo lado en el momento preciso...
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Los vientos nos llevan adonde menos lo pensamos... Uno va en una dirección creyendo que sigue su destino y sin embargo estamos recorriendo los pasos de lo que alguna vez nosotros mismos caminamos. Transitamos el sendero sin tener conciencia de lo mágico que hay en ello. El peregrinaje no siempre aparenta ser lo que es. A veces, la mayoría de las veces, el perfume que nos persigue nos recuerda a alguien y no sabemos a quien. En realidad no queremos saber. Nos da miedo saber. Y cuando al fin, el perfume y el sendero se hacen uno en la huella que transitamos, es que una ráfaga de felicidad se incorpora en nosotros y oramos para que no se termine nunca. Los sentidos se adueñan de las palabras y le ofrendan significados heróicos. La poesía retorna a su antigua Diosa Creadora. El templo de nuestros cuerpos ya no es más que cuencos en donde resuenan los cristales. Reconocer los límites Aquellos límites en los que me hundí. Los abismos a los que me empujaste Los tiempos en los que me olvidé. N