Vuelo de pájaro


Las estrellas que miran el paisaje de mi ciudad de adentro titilan de esperanza por estos días tan densos...
La piel que las cobija es un señuelo a la hora de atraer fragancias. Se abraza en un mar de velos. Despliega las luces a millones de silencios de distancia.
Es tan reconfortante mirar a los ojos y encontrarse en el espejo. La música adquiere otros matices, reverbera en los poros y nos inunda de amaneceres lejanos y anhelados.
A veces las cosas no se dicen simplemente porque una palabra no alcanza para decir aquello. Y perderse en una maraña de oraciones intrincadas no tiene sentido si aquél que tiene que escuchar no sabe leer una mirada.
Hoy es sábado por la noche en mi vetusto calendario. El alma busca desesperada que la brisa traiga ese trino que está esperando. El que devuelva la pertenencia al cuerpo. El que regrese alegre a su templo. El canto de aquél que nos hace sentir vivos. Aún sin saber en qué rama se encuentra esperando el llamado.
Mientras tanto el sosiego es un remanso para tanto peregrinar y tanta mudanza absurda. Para tanto miedo acallado. Para tanto sufrir descalzo.
El vacío tiene ese no se qué de angustia. Por lo que se fue derramando y ya no está. Por aquello que seguro está esperando para venir a llenar la taza que aguarda. Esa angustia no es tensión por la espera. Más bien poco a poco se va transformando en vuelo de pájaro, en liviandad, en libertad.
En eso está el poeta peregrino por estos días... Medio vacío... Angustiado pero en la certera espera de desplegar las alas nuevamente...

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