Entrerriano Amor
Cada vez que llego a un pueblo donde debo comenzar un nuevo trabajo (vendo rifas y cada tres meses cambio de pueblo), me tomo el primer día para impregnarme de él. Recorro sus calles, me siento en los bancos de sus plazas para observar a los transeúntes, curioseo sus vidrieras. Me tomo mi tiempo para charlar con la gente del lugar, sobre cualquier tema, y así acostumbrarme a sus tonadas, sus modismos, su perspectiva singular (que la tiene cada pueblo) de ver pasar los días. Así, en mi primer día de campaña en Victoria, sentado en una de las diagonales de la plaza, la vi a Carmen, sentada en un banco de la diagonal que estaba frente a mí. Inconfundible, era ella. Retacona, rubia, con un pantalón negro tipo bombacha, zapatos negros más grandes de lo que podían llegar a ser sus pies, una camisa con todos los colores posibles, y coronando su testa, un sombrero galera negro, de ala ancha, que terminaba de dibujar ...